lunes, diciembre 7

Palabra Discipular Año IV Semana 196



Mateo 19, 13-30. El tema de la semana pasada sobre el divorcio ha sido de mucha claridad para decenas de ustedes, lectores fieles de la palabra discipular, lo que demuestra que hay muchos interrogantes, como  hay a veces muy mala comprensión del tema, en especial desde el ámbito de la fe que es el más sensible ya que hay una gran carga sico-espiritual respecto a esta situación por las personas que han vivido alguna separación y por aquellos que están en proceso y junto a esto que colabora a crear una mayor tensión está  muchas veces la posición de cristianos demasiados legalistas que quieren aplicar la Biblia como si fuese un látigo y no un bálsamo de sanidad. El problema es que muchos cristianos estamos creídos que Dios nos puso para ser jueces de nuestros hermanos, y por ello con una facilidad increíble somos propensos a condenar al caído, a no tener un mínimo de comprensión a los heridos y buscamos sin ser tarea nuestra, el grado de responsabilidad que le cupo a cada cónyuge en crisis cuando esta situación es más que complicada y al final solo tenemos que aprender a descansar que tenemos un solo Juez perfecto, Dios, quien de todas maneras es primero Amor y misericordia, antes que juez y castigo. Toda pareja al momento de contraer matrimonio tiene altas expectativas de felicidad y de vivir así el resto de sus vidas. Nadie contrae matrimonio sin esas expectativas. Pero ante el quebrantamiento el mismo Señor Jesús permitió el divorcio ante ciertas circunstancias que lo hacían inviable, o sea ante causas que solo destruirían los propósitos y fundamentos de tal unión tan sagrada, y es deber ineludible de la iglesia en su propio tiempo y lugar determinar las causas modernas que se ajusten al criterio de Cristo por el cual un matrimonio puede llegar a su fin, sin que éste constituya un abuso, como lo fue desde los tiempos del profeta y legislador Moisés hasta los tiempos de Jesús, quien, con su venida, repuso los principios y fundamentos originales del matrimonio que pasan a constituirse las bases  mismas de su constitución, desarrollo, sustento y objetivos. Los cristianos del s XXI tenemos la tarea de dilucidar bien esta temática si es que queremos ser una iglesia que cumpla el rol pastoral en nuestra sociedad, esto es, sin nunca renunciar a los fundamentos originales de la formación de la pareja humana saber igual ser una iglesia no farisaica ni legalista cuando lo que necesitan las personas, y cuánto más los que han visto quebrantarse su matrimonio, es que la iglesia sepa aplicar bien su rol restaurador, sanador, reconciliador, e integrador a todos las personas, cualesquiera que haya sido su pecado o sus fracasos. No es misión de la iglesia sino la misma de Cristo, salvar y sanar a los perdidos y enfermos. A esta misión tantas veces se le opone nuestros legalismos bíblicos, creemos que nuestra tarea es defender la Biblia, cuando la misión es salvar a las personas, estamos a veces convencidos que estamos en la tierra para salvar el honor de Dios, cuando lo que tenemos es darle honor a Dios y qué mejor, imitando al Padre cuando envió a su propio Hijo al mundo a salvarlo y no a condenarlo (Juan 3), pero sabemos tan de memoria estos textos que nos nublamos  en nuestro entendimiento y no lo aplicamos en nuestras circunstancias. La iglesia tiene que aplicar los criterios centrales de la Palabra y descubrir que elementos en su propio tiempo y espacio son los que necesitan ser elaborados. Muchos se dan vueltas en la palabra gr. porneía, para dar como única razón válida de divorcio, limitando solo al acto sexual impuro, cuando la iglesia debe descubrir en su propio siglo que elementos más pueden estar dentro de esta causal que ya en ese tiempo no era única, fornicación, sino señalaba una serie de corrupciones, todo aquello que hacía inviable la continuidad del matrimonio, lo que era la negación misma de la unidad y el amor. El segundo tema del texto estudiado creo que merece igual importancia pues siguen siendo maltratados aquellos que prefieren la soltería como modo de vida, que incluso, es puesto con mayor aprecio por el apóstol en 1 Corintios 7, en vista del Reino de Dios y de la libertad del servicio, y que nosotros los cristianos debiéramos, las iglesias y entidades religiosas evangélicas, tener maneras de apoyar en forma especial a los hermanos que optan por tan alto modelo de vida, y claro, por causa de tanta degeneración que ha existido y existe en medio del sacerdocio de la iglesia católica romana(solo esta semana se ha denunciado a la iglesia católica en Irlanda de ocultar cientos de violaciones y abusos sexuales a menores de parte de sacerdotes que esconden detrás de la sotana sus demonios mil, y durante más de cien años han ocultado haciéndose por supuesto cómplices, y han pedido perdón porque fueron descubiertos y no por tener un verdadero espíritu de arrepentimiento), se mira de una forma sospechosa este estado que debiera estar en el aprecio del cristianismo siempre y no por la corrupción en la iglesia que lo impone, en el resto, voluntariamente, y hasta cuando crean las personas y sin perder sus ministerios, debieran tener las puertas abiertas de aprobación y de desempeñar sus ministerios.
1.Imposición de Manos y Oración para Niños (19, 13-15). Luego de dos temas tan álgidos el autor de este evangelio presenta a Jesús en una escena que podría hacer sido una de las más tiernas a no ser por la dureza del corazón de sus discípulos a quienes aprender a superar sus prejuicios fue una tarea ardua y extensa, pues ya en el capítulo anterior casi completo estuvo la enseñanza dedicada a poner en el más alto relieve a los pequeños del Reino, aún y por cientos de años más y por miles, la sociedad cristiana no ha superado bien sus parámetros de validez de los niños como de las mujeres en el Reino de Dios. Seguimos pensando en estratos, todavía se escucha de “los grandes”, cuando éstos son los últimos y los pequeños son los primeros, cuando son las prostitutas y pecadores los que van delante del Reino, dijo Jesús, y no los teólogos ni obispos ni pastores, me incluyo con temor pues ir último es el mayor privilegio también en el Reino. Nuestros milenarios prejuicios siguen gravitando en la iglesia. Déjenme contarle una breve anécdota: “Dos pastores se encuentran y uno le pregunta al otro como estuvo el culto dominical, al cual replicó, que lindo y que se convirtieron al Señor dos almas y media. Ah, replicó el primero, dos adultos y un niño. No, sino dos niños y un adulto”. Cuántas veces somos más discípulos de los discípulos del Señor que del Señor, tenemos un cristianismo de la generación anterior antes que verdaderamente de la Palabra, seguimos echando afuera a los niños y a las mujeres, o les damos un rol secundario en el mejor de los casos. Y el evangelio de Cristo sigue ignorado en muchas de sus enseñanzas por causa de las capas de tradiciones y costumbres y maneras que tenemos y que creemos que son evangelio. Por ello cuando los pastores bautistas de Chile aprobamos la ordenación al pastorado de santas mujeres de Dios llamadas a este ministerio, una minoría de pastores y laicos que se dicen “prominentes” rasgaron vestiduras en defensa de la Palabra de Dios, no entendiendo que era en defensa de sus propias tradiciones y falta de aprender bien a interpretar la palabra de Dios.
2.¿Qué Más Me Falta? (19, 16-22) Somos tan parecido a este joven millonario, no en dinero, pero en excusas para no ser un verdadero seguidor de Cristo. Comenzamos como él adulando a Dios, nuestras oraciones tantas veces son verdaderos himnos de adulación y no de adoración, en donde tratamos de convencer a Dios cuanto lo apreciamos pero por otro lado cuanto seguimos haciendo nuestra propia voluntad. Segundo, creemos igual que este joven rico que somos el complemento perfecto para Dios para completar su obra de salvación, creemos que los ministerio que tenemos son para ser salvos, cuando no son otra cosa que herramientas, dones, capacidades que el mismo Padre en su bondad y misericordia nos ha dado para servirle y al prójimo y que no tenemos que hacer nada pues Él lo ha hecho todo cuando su Hijo consumó su obra en el calvario. Nos parecemos tanto a este proyecto de discípulo que parecemos tan espirituales, incluso hasta cuando nos dirigimos a Dios impostamos la voz, tomamos un tono grave y dejamos el coloquial y normal, y hasta algunos nos atrevemos a gritarle, y usamos las palabras más rebuscadas y hermosas, no sé si para convencerle a Él o para agradar a los que nos oyen, quienes muy pronto van a estar imitándonos y en vez de aprender a orar lo que hacen es repetir nuestras cacofonías interminables. Tercero, hasta a veces podemos llegar a ser insolentes como este hombre que se atreve a preguntar cuáles son los mandamientos que aún le faltan, y en vez de ser humildes ante Él y reconocer que nos falta todo, pues quién puede decir que ha cumplido toda la Ley de Dios la cual se dio con dos objetivos, el primero es que los hombres se den cuenta que nunca podrán cumplirla y el segundo que tuvo que venir el Hijo a cumplirla e imputarla a nosotros por la fe y la gracia. Cuarto, creemos, en especial, los que hemos sido convertido desde joven, que por los muchos años que llevamos en el evangelio tenemos privilegios especiales, nos sentimos autoridad en la iglesia por la suma de años, nos creemos importantes por todo lo que hemos aportado a la congregación, sentimos que tenemos derechos adquiridos por haber permanecidos tantos años, cuando un niño los tiene más, un recién destetado está delante de nosotros en el Reino, pero a pesar que tenemos tantos testimonio de ello en las Escrituras, igual no lo aprendemos. Y Quinto, cuando se le descubre donde está realmente puesto su corazón, cuando se devela porqué late primeramente y en donde está su primer amor realmente, es entonces que toma el camino más corto, abandonar todo intento de querer la vida eterna, esto es Jesús, quien es la vida y eterna. Llegamos con tanta alegría al camino pero apenas la Palabra toca a nuestros dioses amados nos sentimos que no tenemos que dar más. Dar todo para la mayoría sólo es una buena canción, no hemos aprendido que quien da todo recibe cien veces aquí y más vida eterna como dijo el mismo Jesús en los textos siguientes, pocos aprendemos que la verdadera ganancia en el Reino es perderlo todo. Mientras más bienes de esta tierra mayor dolor para el corazón, menos sueños, más preocupaciones deterioradoras, más desasosiegos, menos paz y menos alegría. El amor al dinero es el dios de todos los siglos más destructor de la humanidad.
3.El Problema del Amor a las Riquezas también es de los Pobres (19, 23-26) Basta una moneda pequeñísima para que no entre en el ojo de la aguja, por ello preguntan los discípulos “ entonces quién se podrá salvar?” siendo la respuesta lógica, nadie, pero esto es posible para Dios, pues es un don, pues es una gracia, la salvación no está sujeta a nuestras renuncias ni al cumplimiento de todos los mandamientos, ya no tenemos que preguntar ¿qué más me falta?  Pues siempre habrá más que algo, la respuesta siempre será  mucho e imposible entonces de ser salvos, el joven rico no se salvaría tras el abandono de las riquezas pues tampoco los pobres lo harían por renunciar a sus pocas monedas, ni una sola podría pasar por ese orificio, pero la clave está que para Dios todo es posible. El problema no es cuanto tenemos en dinero sino cuánto amamos el dinero, y  cuánto amamos y estamos dispuestos a amar a Dios por sobre todo y al prójimo. El dinero puede ser una buena fuente de servicio cuando deja de ser puesto para que los banqueros lo usen por años cuando puede estar mejor invertido en el Reino de Dios, esto es en las personas, en los planes de las iglesias a favor de la humanidad, ese es la mejor manera que el dinero obtenga los intereses y ganancias más suculentas en vez de mendigar las escuálidas utilidades bancarias.
4.La Renuncia es el Mejor Negocio Jamás Visto, Quien más Da más Recibe  (19, 27-30) El día que los cristianos aprendamos esta fórmula es cuando recién no solo van a ser transformadas nuestras vidas, sino la de muchos, en especial la de la generaciones venideras. Los bancos actuales están redituando un interés de 0.04%  mensual o algo así, el Reino de Dios reditúa cien veces el capital puesto en sus objetivos, esto es un 10.000% ¡¡¡diez mil por ciento de ganancia neta!!! Invertir en el Reino es renunciar a poner en primer lugar a los que amamos, sin dejar de amarlos, es amarlos en su real dimensión, es dejar de endiosar a los que amamos, es amarlos como corresponde sin que se interpongan en la obediencia y tributo a Dios, sin que sean el límite de nuestro servicio, sin que ocupen lo mejor del tiempo, lo mejor del amor a la humanidad. Los amados naturales no tienen que ser los únicos objetos del amor por sobre los amados por causa del Reino. No es un abandono, pero si es indispensable no hay que dudar.
II. Misión Para la Vida (desde el 29 de Noviembre de 2009 hasta el vacío completo que lleva a la gloria total) (desde la hermosa ciudad de Rancagua, Chile. pManuel SHC)

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