martes, diciembre 8

Palabra Discipular Año IV Semana 195




Mateo 19, 1-12. Incansable debe ser para los maestros de la Palabra el tema de la unidad de los cristianos, no primero en el sentido organizacional, sino corporal, en cuanto a una congregación local. No podemos ser expertos en unidad de la Iglesia y tener serios reparos en nuestra propia vida en las relaciones directas de cada día. La armonía congregacional es un deber del cual ningún ministro del evangelio se puede desprender, al contrario, es una de las tareas más permanentes por cuanto en todo grupo humano, sin excepción, siempre existirán diferencias, roces, incompatibilidades de caracteres y de pensamientos e ideas, pero lo que caracterizará a la iglesia de Cristo de cualquier otra agrupación humana es su capacidad de resolver esta problemática. Es humano y natural que existan problemas de relaciones pero para la iglesia del Señor es anormal total y absolutamente la no resolución de sus conflictos, por ello dan testimonio los apóstoles en sus escritos que gran parte lo dedican precisamente a instruir a la iglesia del primer siglo acerca de superar las dificultades que enfrentaba. Es humana la debilidad pero divina la superación. No hay ninguna justificación para que los cristianos no busquemos la paz los unos con los otros. Y mientras más cercanas nuestras relaciones más son las posibilidades que tengan algún tipo de quebrantamiento. Sigue siendo misión de los ministros pastores de las congregaciones el buscar la paz entre los hermanos. Por supuesto hasta donde sea posible, hasta donde las dos partes tengan el temor de Dios bien fundamentado, esto es, no desconectado de la unidad con su hermano. Donde falla nuestra religiosidad es cuando queremos independizar nuestras relaciones con Dios de nuestras relaciones con nuestro prójimo. La cruz del Señor es signo inequívoco de esta verticalidad y horizontalidad, de nuestra relación con Dios y con el prójimo y nunca toda insistencia y trabajo en armonizar ambas direcciones serán suficientes. Es entonces realmente en que como cristianos podemos dar testimonio de nuestra fe, es entonces que nos van a creer, es entonces en que se van a convertir, como bien dice el salmo tan conocido, 133 “porqué allí envía Jehová, bendición y vida eterna”, cuando los  hermanos están “juntos y en armonía”. Y luego Jesús nos dice que por el amor que nos tengamos unos a otros las personas creerán en Dios. La palabra para esta semana va a tratar uno de los temas más viejos y repetitivos de la humanidad, que es la ruptura matrimonial, que es el divorcio, tema permanente en el tapete. En nuestra nación la última estadística del registro civil da cuentas que de cada cien matrimonios que se realizan hay 120  que tramitan su divorcio. Y esto no era tan diferente en los tiempos de Jesús, así que decir que en aquellos tiempos las cosas eran mejores es un mito. En todo tiempo ha existido el engaño, la separación. Lo que ha hecho la aprobación de leyes de divorcios en nuestras naciones es solo transparentar una realidad oculta y ayudar a paliar los graves efectos legales que significa una ruptura matrimonial, pero en nada a solucionar el problema, incluso, con una ley así solamente se facilita el concepto del matrimonio como un bien desechable. Vamos a los fundamentos con las palabras del Señor.
1.El Divorcio Acaba Definitivamente con el Matrimonio (19, 1-9). Segundo título: El Que No Tiene Ninguna Causal de Matrimonio es Único Responsable del Pecado de Adulterio. Tercer título: Volviendo a los Fundamentos del Matrimonio, o sea volviendo a Dios. Cuarto, Rompiendo los Mitos en Torno al Tema Matrimonio y Divorcio. Y así podríamos re-titular este texto de diferentes maneras según el enfoque que queramos darle. Lo primero es acabar con una serie de mitos, uno, que es la creencia de muchos, incluidos cristianos “instruidos”, y es que el matrimonio aunque se termine en una separación o divorcio, siguen las personas involucradas estando casadas delante de Dios si es que se matrimoniaron ante Él. No, mis amigos y hermanos, el divorcio, o repudio como se traducía en las antiguas versiones bíblicas, del gr. apolýo, palabra compuesta por lýo (o lúo), que significa desatar, y la preposición apó, que perfecciona ese verbo hasta llegar a significados diversos que se traducen como soltar, despedir, retirar, libertar, siendo repudiar la referida directamente a lo que hoy conocemos como el divorcio, entonces divorciar o repudiar son  en esto sinónimos. Es absurda la creencia popular y de muchos cristianos que a pesar del repudio o divorcio el matrimonio continúa, a lo menos dicen algunos de ellos, atado en los cielos, y se olvidan que lo que se desata en la tierra se desata en los cielos también.  Esta visión seudo-bíblica no es tan difícil de hallar en la gente. Lo que si el divorcio no puede acabar, no es la unión matrimonial, sino son las consecuencias que una ruptura de lo que es la base misma de la sociedad humana, como son consecuencias legales, sociales, sicológicas, espirituales, religiosas, familiares, etc. El segundo mito tan o más tonto que el anterior es justificar el divorcio o fracaso matrimonial usando la Biblia en el texto fundamental de lo que significa una unión conyugal que se encuentra en las palabras de Jesús, en el vers. 6 , “lo que Dios juntó no lo separe el hombre”, y que el Señor agrega al texto inicial de la convivencia humana del matrimonio en Génesis 2,24, y el absurdo, incluso de maestros de la Palabra, dicen, cuando fracasa un matrimonio “fue porque quizás Dios no los juntó”, o que se juntaron por su propia voluntad, o tuvieron motivos no cristianos para hacerlo, cuando a la verdad Dios no junta ningún matrimonio, somos nosotros quienes tomamos tal decisión, o como en tiempos antiguos, los padres de los consortes hacían los tratos, y lo que sí creo, es que los que son temerosos de Dios, ruegan la dirección de Dios en la elección de su pareja de vida, y de seguro que el Padre no va a desoír tan santo ruego, pero que al final, los responsables de toda unión matrimonial no son nada más y nada menos que los mismos consortes. Dios no anda juntando parejas, Él no anda produciendo matrimonios, porque por otro lado podríamos ante la convicción inicial de un matrimonio de que Dios los juntó, convicción solo emocional que tienen muchos, que cuando fracasen entonces el único culpable fue Dios mismo. Absurdo, absurdo. Un tercer mito respecto al tema es que un segundo matrimonio, luego de ser divorciados, no tiene validez, a lo menos ante Dios, ya que legalmente ahora la mayoría de los países validan la separación como una nueva unión (o más de una), cuando sí tiene plena validez, pues definitivamente, dos cosas acaban totalmente con el matrimonio, la muerte y el divorcio, los efectos son distintos, uno es el término natural y el otro el producido por tantas circunstancias que pueden ir desde el engaño hasta por razones de seguridad a favor de  la supervivencia de las personas. No es misión de la iglesia ser tribunal de declaración de inocencia o culpabilidad sino ser instrumento de sanidad, de reconciliación, de recomposición, de restauración a los caídos en esta área tan sensible de la vida y que quieren volver al camino. Un cuarto mito respecto al matrimonio y al divorcio, es creer que las personas las casa Dios, o que la iglesia o el ministro los casa, cuando la verdad es que las personas SE CAZAN con zeta, entre ellas y ellas son las que contraen matrimonio, sea ante el civil y/o ante un ministro cristiano que imparte bendición a sus vidas en nombre de Dios, y si esto está claro debiera hacernos mucho más responsables que nada sobre esta decisión voluntaria y que al dar la palabra debemos mantener y en caso de defecciones buscar todas las maneras posibles de que se superen. Un quinto mito, es que si una persona “no se ha casado ante la iglesia o ante Dios, no está verdaderamente casada”, y éste si que es un concepto erróneo que ha hecho daño a tantas personas. Mi respuesta a este es el siguiente: “TODA PERSONA QUE SE CASA, AUNQUE SEA SOLO POR EL CIVIL, aunque esa es la única y legal forma de hacerlo o con la nueva ley en Chile y en otros países,  ante un ministro religioso competente reconocido por la ley civil, ESTÁ IGUALMENTE CASADO DELANTE DE DIOS Y ES PLENAMENTE RESPONSABLE DE SU MATRIMONIO y las LEYES DIVINAS DEL MATRIMONIO LE SON IMPUTABLES, quiera o no, sea cristiano, ateo, agnóstico, budista, mahometano, espiritista, etc., etc.” Si han cumplido con las reglas de su sociedad al unirse en matrimonio, ya están bajo las exigencias del matrimonio que Dios ha impartido a la humanidad. No tiene que ser necesariamente realizada ninguna ceremonia espiritual para que tal matrimonio sea ante Dios. Ya es válido de por sí ante Dios igualmente, no solo delante de su sociedad igualmente ante Dios, quien es Dios de todos los hombres y no solamente de los que creen y todos los hombres rendirán cuenta de todo ante Él independiente si creen o no y no solo respecto al matrimonio sino respecto a toda la existencia. La validez del matrimonio como responsable ante Dios de tal unión entonces no comienza con la celebración de la bendición pastoral sino es del momento, con o sin ella, en que contraen tal vínculo según las leyes o costumbres de su país. El matrimonio siendo la entidad social más importante no por eso deja de ser definitivamente transitorio, terreno, y sujeto a la caducidad propia de la vida humana. No por ello igualmente deja de tener el mayor valor en cuanto es una unión de un hombre y una mujer y el lugar ideal para la crianza y formación de las nuevas generaciones y que Dios, creador de la pareja humana, es el principal interesado en la felicidad y paz de todo matrimonio y que la iglesia cristiana preste especial atención a la integridad y preservación de la familia teniéndolo como núcleo fundamental y que como tal sea reemplazable por ninguna otra forma de unidad social para los más altos propósitos para la humanidad y que como cristianos debemos prestar nuestra más alta atención a causa de sus propósitos únicos que le son encomendados. Por eso Dios odia el divorcio.
2.Dios Odia el Divorcio pero Ama  a los Divorciados Cualesquiera sea la Causal (19, 1-9). El divorcio, en cualesquiera de sus formas, como separación de hecho hasta la de derecho, es un mal definitivamente, del cual Dios atestigua que aborrece tal hecho (Malaquías 2) y que jamás, de ninguna forma está en Él la aprobación de esta situación a no ser como el mismo Jesús interpreta al legislador antiguo, Moisés, que cuando se origina una ley de divorcio en el viejo Israel la única razón es por la dureza del corazón de la nación, pero nunca porque fue desde el principio la voluntad de Dios. Nunca, nunca está en la voluntad divina el divorcio. Por ningún modo podemos los cristianos buscar una justificación a la separación. El matrimonio en esto sí es sagrado, para todos los hombres, sean cristianos o paganos. Si hay algo que tenemos que tener claro es esto los creyentes en el Señor, que es aborrecer absolutamente, sin reservas, este acto y jamás permitirnos siquiera verlo como una alternativa ante la problemática en las parejas. Casi no hay problema de parejas que no tenga solución si hay buena disposición. Jesús ante el requerimiento de una sociedad divorcista propone poner un principio: que es el principio, lo que fue en el propósito inicial de Dios, el principio está antes de la rebelión y que el pecado se apoderara del corazón humana, antes de la perversión, antes que empecemos a buscar realizar nuestra propia voluntad por sobre la de Dios, “al principio” establece la pureza, la fidelidad, la honestidad, la verdad, el amor, la confianza en la pareja humana, principio y principios que con la venida de Jesús deben empezar a recuperarse, pues ello será el sustento de los cónyuges que se mantengan en la realización de lo que es un matrimonio desde la perspectiva divina y no de su deterioro en la historia de la humanidad. Lo segundo que se propone el evangelio, junto con declarar abiertamente nuestra absoluta oposición al divorcio es el amor a los divorciados. No tenemos que confundir la condenación al pecado del amor salvador al pecador. Y ese amor redentor los incluye a todos, como por ejemplo a la samaritana, repudiada cinco veces, y ahora en convivencia (Juan 4), es a ella precisamente la primera a quien se le ofrece agua de vida eterna, es la primera persona a quien Jesús se le revela como el Mesías prometido, es la primera evangelizadora antes que los mismos discípulos-apóstoles. El “de tal manera amó Dios al mundo” incluye a los que han fracasado en la unión matrimonial. Es de gran hipocresía de parte de las iglesias y he aquí que los ministros de ella tenemos la principal responsabilidad en esto, es hacer discriminación de los creyentes divorciados y vueltos a casar de los que permanecen en su estado matrimonial primero, los tenemos como hermanos de segunda clase, por una lado recibimos sus diezmos y ofrendas y por otro negamos su bautismo o su participación en la Eucaristía (o en la “mesa del Señor”), hablamos de arrepentimiento y fe en Cristo como único requisito de salvación pero les pedimos libreta de primer matrimonio. Confundimos el rechazo de la Palabra al acto de divorcio del amor a los divorciados. Las personas son más importantes que las leyes divina no lo hemos aprendido aún. Nos falta muchas veces solo tirar la primera piedra y si pudiéramos cuantos habríamos lapidado, pero lo hemos hecho con nuestras palabras y actitudes. Somos más parecidos a los fariseos y escribas de la época que a Jesús quien vino a salvar lo que se había perdido. La misión de la iglesia en este siglo divorcista se hace mucho más necesaria, pero al estilo de Jesús y no de una religiosidad intocable. Tenemos, claro que reconocer los estragos que hace el divorcio, pues por eso mismo es misión mayor todavía la reparación de los corazones quebrantados con la medicina infalible y eficaz de la persona crucificada de Jesús quien llevó sobre sí todas nuestras enfermedades, las del alma en especial.
3.La Ignominia de la Soltería (19, 10-12) Es tan absurda nuestra conducta que en vez de apoyar, felicitar, alegrarnos, abrir las puertas, facilitar la misión, etc., de aquellos que deciden permanecer en estado de soltería atentamos contra su sensibilidad tratándolos mal, como solterones/as, como “que nadie te pescó”, como “abandonada del último carro del tren”, e incluso algunos hasta sospechando prácticas lesbianas u homosexuales en vista de permanecer sin pareja. Nuestra sociedad es un tanto o más que un poco, equizofrénica, pues por una lado es divorcista, o sea, ha hecho del matrimonio un producto desechable, y por otro lado trata ofensivamente a aquellos o burlescamente a aquellos que por diversos motivos prefieren quedar en estado de soltería y a aquellos cristianos que lo hacen para tener la libertad para dedicarse más al Reino de Dios, son objetos de las trivialidades y burlas de sus propios parientes, amigos, e incluso de hermanos de su fe, y olvidamos que el mismo Jesús, con todas las fuerzas y potencialidades sexuales normales, fue quien primero se negó a si mismo, quien tomó su propia cruz, y luego el tan querido e insigne apóstol Pablo y cientos de creyentes más en todos los primeros siglos de la fe, quienes fueron una fuerza de expansión del evangelio única y que tanto ha bendecido al mundo. Déjenme decirlo así, tenemos que apoyar a nuestros “monjes” bautistas, evangélicos, cristianos, hombres y mujeres, no tiene porque la iglesia romana, quien impone tal estado a sus sacerdotes para que ministren, acá entre nosotros, en forma voluntaria como  una ofrenda no para alcanzar un grado de ministerio, pues casado igual, sino como ofrenda generosa y libre a Dios, podamos apoyar a todo un ejército de amantes del Señor cuyo único consorte sea en el Espíritu.
II. Misión Para la Vida (desde el 22 de Noviembre hasta que seamos una iglesia que trabaje junto al Salvador en salvar). 

1 comentario:

  1. Ahora si pastor Patricio, me hice una cuenta para postear. Está muy buenoel blog, y los libros para que decir, excelente aporte que Dios te sigua bendiciendo

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