martes, octubre 6

Palabra Discipular Año IV Semana 189


Mateo 15, 1-20. El texto estudiado de la semana anterior, del cruce de la barca con los discípulos y la presencia de Cristo posterior, nos lleva a pensar que la vida misma es como ese episodio, desde que nacemos, emprendemos el viaje hasta llegar a la otra orilla, cuando termine nuestra travesía en la vida, y el mar, con sus variantes, tiempos de solaz como tormentas de diversas intensidades, representarían lo que  es la vida misma del ser humano, con todas sus variantes, tiempos tranquilos, otros de grandes luchas y pruebas duras, hasta que lleguemos a tormenta final de la muerte, y esto para moros y cristianos. La diferencia la marcaría la presencia de Cristo en la barca de nuestra existencia tan frágil, tan efímera en la tierra, tan propensa a hundirse en el mar de incertidumbres, tan débil que pareciera que se quiebra ante los vientos tempestuosos de los dolores y la muerte. Pero es allí, precisamente, que la presencia del Maestro de Galilea, puede con su estadía en los corazones de los creyentes, hacer que este trayecto, a pesar de las vicisitudes a veces que nos pueden llenar de temor, puede llegarse a lograr una trayectoria bienaventurada, llena de esperanzas, con certidumbres eternas, pues su compañía es la que marca el rumbo mejor a la “otra orilla”. Siempre habrán vientos, oleajes, fuerzas que impelen a las profundidades del dolor, y somos invitados a caminar por esas olas en algunos instantes sin hundirnos mientras fijemos los ojos en Él, pero al momento de ponerlos en los asuntos de este siglo, en los problemas múltiples, en las pruebas duras, o simplemente en nuestros triunfos, es allí entonces que desviando nuestra mirada del maestro de la vida, autor y consumador de la salvación, es cuando hasta la más pequeña ventolera va a hacernos zozobrar hasta perecer. A Judas el Iscariote le bastaron 30 monedas de plata para hundirse en el lodo del materialismo. A muchos religiosos fariseos les bastó sus tradiciones para estar ciego ante el Dios encarnado, Jesús. A Eva y Adán, el brillo, la seducción de lo  prohibido fue suficiente para quedar encantados y morder el fruto de la muerte, como alguien dijo, “el fruto prohibido es más dulce pero se pudre más rápido”.  Jesús no cruzó caminando el mar porque era el Hijo de Dios ¿sorprendido?, sino porque tenía una relación viva con su Padre, y estuvo en ello por nueve horas, durante tres vigilias de la noche. Pedro no caminó más sobre el mar porque era un hombre solamente, ¿sorprendido?, sino  porque estuvo cero tiempo de relación con el Padre. Cuando más tarde conoció esto, incluso no solo fueron sanados los enfermos por tocar los bordes y flecos del vestido del Señor, en Pedro hasta la sombra de él era poder de sanidad total, cumpliéndose lo dicho por el mismo Jesús, “cosas mayores que éstas haréis”. Es posible caminar en el mar más tempestuoso cuando tenemos la disciplina de estar en comunión con el Padre. Es posible vencer al león rugiente cuando estamos en esa relación íntima, constante, donde calidad y tiempo de comunión se unen y no se repelen como algunos les gusta mucho. Pero basta una simple alimaña tenebrosa para  devorar al indisciplinado soldado de la grey. Si el mar tempestuoso no fue barrera para Jesús no tiene que serla para los suyos.
  1. Atrapados en nuestra propia religiosidad (15, 1-3) Un buen grupo de los mejores religiosos judíos del tiempo de Jesús, los fariseos y escribas, celosos de la Ley de Dios, el grupo más conservador de la fe israelí, el grupo más nacionalista sin recurrir a la guerrilla, estaban atrapados en su propias “doctrinas”, siendo esclavos de la Palabra que debía hacerlos libres y por ellos no nos debe extrañar todos los episodios donde se presentan como los más enconados enemigos de Jesús, y  por ello nunca pudieron reconocer su mesianismo, quedando ciegos ante la Luz del mundo quien mientras más les resplandecía más se oscurecían sus entendimientos, y ahora representante puros de todos los profesionales de la fe, en especial de aquellos que igual que ellos se sienten los férreos defensores de la fe y la doctrina, aún en hiriendo con los filosos aceros de sus argumentos, y siendo a la vez igual que ellos, esclavos de la religión, esclavo de su propia manera de cristianismo, y he aquí, que nadie puede escapar a estos grilletes, ninguna iglesia, denominación, sacerdote, predicador, pastor, cristiano, si no está muy atento a la limpia revelación como al amor, igual puede terminar exactamente o peor que estos grupos de los más ortodoxos de la fe en Dios, pero sin embargo hundidos en su orgullo espiritualista que no lograron ver en Jesús ni en el naciente pueblo nuevo de Dios, el cumplimiento de todas esas mismas Escrituras que decían defender y de las cuales eran sus más célebres maestros y expositores. ¿Parece una contradicción? Claro que si, lo parece y lo que parece puede que lo creamos no posible pero no, si es muy posible y hasta ahora. Cuando leemos el nuevo testamento y estos episodios tendemos a pensar lo obtusos que eran estos personajes, fariseos y escribas, y a la verdad que estos textos si no lo estudiamos pensando hasta donde nosotros mismos podemos llegar a ser muy similares a ellos, vamos a estar tan ciegos y extraviados o más, como ellos lo estuvieron. Estos textos no están allí para que seamos expertos en paleontología bíblica sino para que siendo palabra viva en todos los tiempos puedan hacernos examinarnos seriamente y podamos posteriormente reaccionar en contra de todo espíritu “farisaico” que no tan difícil podamos llegar a manifestar sin no estamos atentos a ser tratados por el Espíritu y por su Palabra. El antagonismo expresado en estos versículos distaban a tanta distancia sus polos que eran imposible de poner un punto intermedio: entre la tradición de los ancianos (la paradósis de los presbíteros) y los mandamientos de Dios (las entolé tou Theou). Mientras los profesionales de la religión están sumidos en la defensa cerrada a las costumbres religiosas, que no eran otra cosa que interpretaciones de la ley sin derecho a ser cuestionadas, no eran otra cosa que la suma de las prácticas religiosas, cuestión que es irremontable no tener en cualquier religión y la cristiana y las cristianas, diferentes manifestaciones o tradiciones, son imposibles soslayarse de ellas, siendo el problema no en tener tradiciones sino en darle el valor propio de ellas, el hacer de ellas dogmas infalibles y elementos de juicio contra la fe pura y la manifestación prístina de esa fe, como es en esta situación y lo ha sido a lo largo de la historia, que hasta el suplicio final fueron llevados “los herejes” por causa de romper las tradiciones, que incluso llegan a ser más amadas que la Palabra  misma. Tengo un dicho para esto: “enséñales una falsa doctrina ni se inmutarán, cámbiales la tradición y te crucificarán”. La pregunta de los fariseos es “porqué los discípulos (¿quién los autoriza?)  “quebrantan”  (gr. parabaino, “lit. “caminan en forma paralela”, en este caso a la tradición) las tradiciones, a los cuales Jesús les asesta un golpe mortal pues los  confronta a ellos de que caminan paralelo a la Palabra misma de Dios y si hay algo grave eso sí lo es.
  2. Honrar a Padre y Madre No Impide Cumplir Nuestros Otros Deberes ante Dios (15, 4-9) El problema es cuando se abusa de nuestra fidelidad a Dios para justificar nuestra tacañería para otros objetivos. Dar fielmente los diezmos a Dios, las ofrendas, o en este caso el “Corbán”, ofrenda dedicada, no debía ser la base para no cumplir otros deberes tan sagrados como este mismo. Este texto no es base para que hagamos trueque con la fidelidad a Dios y la ausencia de misericordia al prójimo. No hay mejor fiel a Dios que aquel que camina en tanto en la línea de la verticalidad con Dios como de su horizontalidad con el prójimo. Usar a Dios para no servir al prójimo es una infamia que el mismo Dios no soporta. Igualmente usar al prójimo para justificar no servir a Dios es una burla. La Palabra de Dios nunca nos va a eximir de saber bien esgrimir una espiritualidad que no abandone  el cielo o la tierra, sino al contrario, nos lleva a saber que una sin la otra no son la voluntad de Dios. El gran pecado de la religiosidad humana es la polarización: servir a Dios y abandonar al prójimo, o ser tan humanista conformándonos con ello y dejando una relación personal con Dios. Por ello la cita de Isaías de Jesús es perfecta en esta dicotomía (partición en dos) de la verdad de Dios que era el honrar a Dios solo de labios pero con el centro de la voluntad personal muy lejos de la verdad.
  3. Lo que Realmente Contamina a la Humanidad (15, 10-20) Hay en nuestro siglo post moderno una gran fiebre del cuidado por una alimentación lo más aséptica posible, lo más dietética posible, y hay una gran batalla mundial por bajar todos los índices de contaminación ambiental. Todo es esto es bueno, y como cristianos no debemos restarnos a todo esfuerzo que signifique colaborar con un aire limpio, con ríos, mares, calles, cada vez menos contaminadas, pues la tierra es la herencia prestada que le dejaremos a nuestros hijos y nietos, y no tenemos que ser la generación  que acabe con su medio ambiente, y el hecho que tengamos la esperanza viva en el “nuevo cielo y la nueva tierra”, no debe ser en absoluto una base para ponernos entre los descuidados ciudadanos de esta tierra. Incluso más, los cristianos, debemos ser las personas más ecológicas de la tierra, debemos ser los primeros en elevar los estandartes de limpieza, tenemos que ser los mejores administradores de esta tierra. Es triste la interpretación denigrante del valor de la tierra y sus recursos en razón de una vida eterna, incluso es una posición que hace solo el ridículo y avergüenza el mensaje del evangelio que es redención de toda la creación. Sin embargo, nuestra asepsia no puede ser parcializada como en tantos apóstoles de la ecología sin Dios, que solo cuidan el árbol, los alimentos, el aire, el agua, los mares, y descuidan lo que más realmente contamina a la creación desde el comienzo, incluso antes de que se prendiera la primera chimenea, antes que se que quemen los primeros fósiles, que es el pecado, que es un corazón rebelde, que es un alma orgullosa, que es la criminalidad del hombre contra el hombre, que es la corrupción ético moral, que es la mentira, el engaño, el robo, las injusticias, los abortos, los abusos económicos a causas de las ambiciones egocéntricas, etc. Eso más todavía contamina a la humanidad realmente, lo que sale del corazón del hombre, lo que viene de su interior, es eso lo que finalmente y realmente destruye la humanidad, incluso, la contaminación del medio ambiente no es sino un fruto del pecado de la humanidad, por tanto todo esfuerzo por mejorar el entorno es al final solo un parche a una contaminación mucho mayor y asesina que está enquistada en la humanidad. Las mismas naciones que destinan altas sumas a muchos esfuerzos ecológicos tienen aprobada en sus legislaciones el aborto, donde millones de seres son cegados antes de ver la luz. Cuidan el árbol pero matan los bebés en gestación y con fondos del mismo Estado y aprobando leyes cada vez más criminales contra el ser más indefenso. Igual mientras buscan como descontaminar el aire, los ríos y mares, contaminan la tierra legislando a favor de las pecaminosas uniones homosexuales, vertiendo sobre la tierra con esto toda clase de maldiciones que contaminan a grandes y pequeños. No nos confundamos cuando veamos grandes esfuerzos por descontaminar la tierra, apoyémoslo, pero a la vez no callemos esta palabra, que lo que realmente contamina es el pecado que nace del corazón perverso y no converso de los hombres. No nos hagamos parte de la comparsa ni de la fiesta universal de este siglo, sino sigamos la fe y la santidad.
II. Misión Para la Vida (desde el 4 de Octubre de 2009 hasta vivir el Evangelio sin confundirlo con las costumbres cristianas). En esta semana hay una gran alegría en Brasil por ser la nación elegida para ser la sede de los Juegos Olímpicos del 2016, cuestión que igual ha alegrado a todas las naciones del continente sudamericano, ya que por primera vez en esta tierra morena se realizará. El deporte es una actividad tan bella que realiza la humanidad. Pero es muy improbable que junto con esto que es tan sano no  esté ausente la prostitución, la homosexualidad que ha caracterizado tanto a esa ciudad de Río de Janeiro, la droga, y tantas otras formas contaminantes. Así es la naturaleza humana, por un lado se llena de glorias de hacer cosas tan bellas y luego, los mismos, a la vez, contaminan con cuestiones peores que las bellezas, que es el pecado en sus tan diversas maneras de expresión y que se esconde en los espacios más recónditos o muchas veces abiertamente. El llamado de Cristo es a que como cristianos no erremos, no podemos usar la piedad como máscara para la impiedad. La espiritualidad cristiana como se dice hoy es sí o sí, y lo que está de más no tiene otro camino que ser erradicada totalmente pues darle más vuelta a esto no proviene sino de no hacer la voluntad de Dios ni de querer realmente cambiar. Y esta vida íntegra que como cristianos tenemos es propósito y meta a la vez, es trabajo y dedicación, no es cuestión simple, sino que requiere conciencia y acción diaria, un paso cada día, por muy pequeño, pero firme y sólido y a pesar que pueden haber retrocesos no por ello cesar en el trabajo por una vida de piedad que lleva a la libertad. La iglesia, los cristianos, los líderes de la fe, no estamos en absolutos exentos de ser tal cual como estos religiosos de ese tiempo, pero si podemos leer bien estas interacciones del Señor con los personajes de su tiempo con una vista actualizada podremos aprender la lección. (Un abrazo, p Manuel SHC, Rancagua, Chileg)

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