miércoles, septiembre 9

Palabra Discipular Año IV Semana 184



Mateo 13, 24-43. En el estudio anterior de la “Parábola del Sembrador”, necesitamos dejar bien en claro algunos aspectos fundamentales. Primero, que cada “terreno” donde cae la semilla, sea el duro del camino, el pedregoso, el lleno de espinos, y el fértil, definitivamente es por la decisión voluntaria de cada uno ser uno u otro. Nadie nace para ser un tipo de persona u otra que responda bien o mal a la “semilla”, al evangelio, sino cada cual es plenamente responsable de decidir cuál será su actitud frente a la palabra eterna de Dios. No somos “terrenos”, somos personas con capacidad de ser responsables de nuestros destinos. No estamos predestinados a ser desde el camino duro del camino hasta ser una tierra fértil, sino cada cual, en la libertad con que fuimos creados debe de responder al desafío de la nueva vida que conlleva la semilla de salvación. Un segundo aspecto que necesitamos mucha claridad, es que cada persona, a la vez, en especial el cristiano, y por ello creo que esta parábola va dirigida definitivamente a la iglesia, tiene una mezcla de estos “cuatro estamentos” de respuesta al evangelio, sea, como cristiano particular o como comunidad de cristianos, iglesia. Como individuos, no podemos dudar que nuestros corazones, el terreno donde cae la semilla, puede tener zonas muy fértiles al evangelio como aún zonas oscuras o grises, espacios duros, casi “inconversos”, no dóciles a la palabra, donde la semilla rebota, o brota por tiempo escaso y es solo una respuesta emocional, o que por un tiempo más largo se denota crecimiento pero que al final termina ahogada por los afanes naturales, los afanes artificiales y por el amor al dinero. Aún quizás los cristianos más fuertes, los más maduros, los más experimentados, pueden tener esas zonas no conquistadas aún por el Espíritu, e indudable que no tengo seguridad de que exista un cristiano o haya existido que pueda decir que es totalmente tierra fértil. Aún hay manifestaciones de vanagloria, egoísmos, carnalidades, mundanalidad, etc., en los mejores cristianos. Y escribo esto no para justificar estos espacios inútiles de nuestra vida, sino para describir una realidad, y que por esa realidad es que se escribe prácticamente toda la Biblia, la cual fue dirigida no al mundo no cristiano, sino que a los ya conversos a la fe, para que crezcan, para que abandonen todo aquello que no pertenece a la vida propia de un seguidor de Cristo. Lo otro en este segundo aspecto es que esta parábola igual es un claro reflejo de la iglesia, si lo es de un individuo en su corazón, con más razón lo es el de las congregaciones, donde con más claridad se pueden ver reflejadas los cuatro tipos de vidas y como reaccionan y accionan ante la palabra de vida, cuestión que si la comprendemos bien, nos debe llevar a dos actitudes, en especial a los que presiden las congregaciones, una a tener cierta paz con respecto a esta realidad y no enfermarnos de angustia por no ver a todos como la buena tierra y fértil, y segundo, a no conformarnos con esa realidad y siempre estar enseñando, predicando, creciendo incesantemente hasta el fin de los tiempos. Un tercer aspecto que esta parábola debe darnos es el “in crecendo” de los frutos del cristiano, siendo la meta el cien por uno, esto es, ser el cristiano que siempre tendrá una meta alta, imposiblemente necesaria, de tal manera que no se agote en los frutos de ahora sino siempre postule a lo más. Jesús en el evangelio de Juan 15, nos habla de la misma trilogía en base a la parábola de la vid verdadera: fruto, más fruto, mucho fruto, en Mateo, a treinta, sesenta y a ciento por uno. El conformismo al final mata hasta al mejor de los siervos de Dios, opaca la vida cristiana que mejor iba en buen pie, ahoga hasta las mejores intenciones y acciones del mejor de los cristianos. Todo cristiano debe postular siempre a que la meta siempre está adelante, que hay un proceso sí, pero que tal no termina sino en la resurrección, mientras estemos en la tierra, no tenemos que conformarnos con el treinta por uno, sino seguir hasta el final. El viejo Pablo, escribiendo a los hermanos de Filipos, luego de decenas de años en servicio y crecimiento nos testimonia que él no cree aún haber llegado a la meta, sino que prosigue y prosigue y prosiguió y en su caso fue el cadalso en su muerte en Roma.

La palabra para hoy tiene como principal tema la segunda parábola de Jesús que tiene su respectiva interpretación en los mismos labios del Maestro, y mientras que la anterior tenía su centro en los oyentes del evangelio, esta otra es el mundo el campo, es una parábola de carácter universal y que describirá la obra de Dios en la tierra en su misión de sembrar ya no semillas o palabra de Dios sino hombres buenos y conversos.

1.“Parábola de la Cizaña del Campo” (13, 24-30 y 36-43). El nombre de esta parábola esta vez es dado por los propios discípulos (36) de Jesús cuando le pidieron la explicación respectiva, lo cual no necesariamente tenemos que nosotros nominarla así y efectivamente muchas ediciones bíblicas la nominan como la “parábola del trigo y la cizaña” y que así es conocida en la cultura cristiana en general. ¿Porqué los discípulos de Cristo, esto es la iglesia primitiva, la llamó así? ¿porqué les llamó más la atención la cizaña antes que al trigo? ¿estarían viendo ellos que en su tiempo la cizaña tenía más poder que el trigo, que la cizaña era más preponderante, prepotente, avasalladora, antes que el trigo y que el campo, esto es el mundo, el trigo no representaba sino una porción menor y débil? Esta parábola no es de aplicación individual sino que tiene una connotación universal. Sin embargo las cuestiones universales, como los juicios, no son sino la suma de las acciones y responsabilidades individuales. No hay fuerzas universales que se componen sino en la acumulación de las decisiones personales. Las naciones se corrompen y caen, por la suma de la degeneración de individuos. Las fuerzas de las masas no son otra cosa que voluntades de individuos inclinados hacia sus ideologías. Aquí la explicación de lo que es el Reino de los Cielos es presentado como el de una conmoción universal, que parte desde la siembra de la buena semilla hasta la cosecha final donde el trigo es guardado y la cizaña quemada. Está parábola podría estar mejor ubicada en el grupo de parábolas de la culminación del reino, en Mateo 24-25, incluso al final de ellas, como corolario de todo ese discurso.

El sembrador aquí es uno, sin discusión, el Hijo del hombre, nominación favorita de Jesús para referirse a él mismo antes de llamarse Hijo de Dios, nominación de suma humildad, de entrega, de sacrificio, de ofrenda a los hijos de los hombres. Su siembra siempre es buena semilla, no tiene otra, y esa semilla son los “hijos del Reino”, lo que remarca su misión en el mundo, misión que comienza desde la creación, que se hace extensiva en toda la historia de la revelación y con su presencia ahora se amplifica llegando a su clímax para abrir el abanico de su salvación a todas las naciones. Esta siembra no ha concluido, cada miembro del Reino, hijos de Dios ahora, están en este mundo como una estirpe que nace de su misión en la tierra. Y era necesaria una explicación a estos hijos, esta parábola es una palabra de claridad y esperanza a la vez, es una palabra de realidad y juicio final, es una parábola presente y futura, es una parábola de la escatología de Dios, que implica final pero siempre con un presente continuo hasta llegar a la meta de la historia sagrada.

Con esta parábola no podemos sacar las siguientes conclusiones categóricas: no podemos aplicarla a la iglesia, que es la encarnación del Reino mismo de Dios, y menos aplicarla para justificar el pecado dentro de ella, o la ausencia de normas disciplinarias entre sus miembros dejando todo para el final de los tiempos. Al contrario, la iglesia, como entidad de Reino, requiere que su testimonio se mantenga lo más apegado a las enseñanzas de este reino, su ética debe ser la más alta, está plenamente autorizada para expulsar a sus miembros que no se ajustan a lo menos a la moral, acción y doctrina básica del Reino de Dios, debe mantener un real testimonio cristiano, sus miembros son denominados como estando en luz. Esta parábola no es para justificar toda indolencia dentro de las congregaciones y hacer vista gorda ante sus miembros que corrompen la fe y el comportamiento propio de un hijo de Dios. Por aplicar esta parábola a la iglesia muchas congregaciones han soportado incluso que sus propios ministros o dirigentes tengan una conducta no alineada al evangelio. Todo el Nuevo Testamento, texto propio y rector de la iglesia, en nada aprueba la estadía y la comunión con aquellos que se apartan de las enseñanzas del evangelio, al contrario aprueba que deben ser excluido de ella, cuando luego de un proceso de recuperación y restauración, los tales simplemente persisten en su maldad con un espíritu abiertamente de pecado y rebelión. Esta parábola es una descripción escatológica de la iglesia y el mundo. Es una explicación a una iglesia naciente y perseguida en la segunda mitad del primer siglo, y que necesitaba una palabra de esperanzas y que el mal no sería erradicado mientras ella, la iglesia, la buena semilla, los hijos del Reino, estuviesen siendo testimonio en la tierra. Los malos serían el objetivo de los hijos del Reino, por tanto su misión se sigue haciendo extensiva, la tarea no concluye sino hasta el final de los tiempos, cuestión que es ratificada por otras enseñanzas en este mismo libro y en el resto del NT. La iglesia no debe cansarse ni desilusionarse por causa de esta realidad que en la economía de Dios solo tendrá su culminación al final de los tiempos. El Maligno, y los que hacen su voluntad no han dejado de persistir en hacer el mal, y muchas veces los mismos cristianos han sufrido las consecuencias cuando han arreciado las persecuciones. En nuestros tiempos, en especial en nuestro mundo occidental el mal ha tomado otras formas, incluso bajo la cultura cristiana occidental, el mal toma formas legales de la aprobación y aceptación de aberraciones e inmoralidad abierta, como las prácticas homosexuales, intercambio de parejas matrimoniales, explotación económica de grandes fortunas en contra de una mayoría carenciada, abuso de los poderes políticos en contra de los gobernados, aprobación del aborto, y tantos otros males como en este mundo se expresa la semilla de la cizaña. Y en este mundo unos y otros conviven, no es el camino la separación de colonias de cristianos, como el caso en Chile de la “colonia de dignidad” que un pastor y grupo protestante fundó para hacer el bien y que terminó corrompiéndose peor que el mundo de donde escapaban. No al escapismo. Los colegios “cristianos” muchas veces terminan siendo donde más se oculta el pecado, las injusticias, y otras barbaridades. El camino no es separarnos de la cizaña, tenemos como misión no ser dominados por ella, sino transformarla, iluminarla, testimoniarle. La “santa” tentación de la iglesia es siempre segregarnos, apartarnos del mundo, de la cultura, de la política, de la economía, de las amistades, de los vecinos, del deporte, igual tentación que estos cristianos del siglo I, pero ellos con toda más razón, sin embargo ese sería la ruta incorrecta. La sal no ejerce su poder sino en la tierra, la luz no lo hace sino en la oscuridad. La iglesia sigue queriendo lo que los siervos del campo, separar ahora el trigo de la cizaña, pero la voluntad de Dios es exactamente lo contrario, hasta que el reloj de la historia siga corriendo hasta tocar su último campanazo.

2. Tengamos confianza, que lo más pequeño está en vías de ser lo más grande (13, 31-33). O la parábola del grano de mostaza, la más pequeña de todas las semillas conocidas en ese entorno y que llega a crecer tanto que pasa a ser la mayor de las hortalizas de tal manera que aún las aves del cielo anidan en sus ramas. Una parábola para que los cristianos, miembros invitados a este Reino, no se desalienten cuando vean los humildes comienzos de los resultados de la predicación y que son tan pocos los que la escuchan, estos cristianos del siglo I y los actuales tenemos que saber que este Reino da pruebas más que suficientes de que no hay reino mayor que él. Todos los reinos han sucumbido a los embates de la historia, sea por su putrefacción interior o por fuerzas mayores externas que los socaban, pero el de los Cielos permanece, y aunque en las localidades nos parece que el mundo lo sofoca, finalmente, en el largo proceso y alcance y en esto la historia del cristianismo nos ha dado muestras más que suficientes aparte de las palabras esperanzadoras del evangelista Mateo a las iglesias que pastorea, en la suma de los siglos, al final este Reino está destinado a ser la mayor fuerza del universo, y que los comienzos tan humildes y de resultados paupérrimos no son su faceta definitiva. Esta parábola entonces tiene como intención fortalecer el ánimo de los cristianos no solo al comienzo de la evangelización en el mundo como les tocó vivir a los receptores de este evangelio, sino igualmente afirmar todo esfuerzo de evangelización alrededor del mundo. Necesitamos tener capacidad de ser sorprendidos por Dios, como su palabra, como esta semilla potente puede germinar aún en los ambientes más hostiles, y puede crecer aún en medio del fragor de las pruebas más duras que atentan contra su desarrollo, en donde ninguna ideología y/o religión puede florecer, allí la fe en Jesucristo, este Reino permanente puede llegar a ser tan frondoso que maravilla por comenzar en orígenes tan humildes. Este Reino es esa levadura que hace que la masa ingente pueda explosar en una cada vez mayor presencia que llega a maravillar hasta sus más críticos observadores.

II. Misión Para la Vida (desde el 6 de Septiembre de 2009 hasta ser nosotros mismos la vívida expresión final de las parábolas del maestro). La buena semilla sembrada es cada cristiano viviendo el evangelio en el mundo, mundo que necesita de referentes auténticos, no perfectos, cristianos conscientes de su fe, de su testimonio, de su misión. Cristianos que han superado el egoísmo, religión principal en nuestro mundo, las tinieblas mismas es el culto a mi propia necesidad, y que aún aquellos que nos denominamos cristianos podemos ser sus principales cultores. Si bien la parábola de la cizaña del campo está en términos absolutos, por un lado la buena semilla, los hijos del Reino y por otro la mala semilla, los sembrados por el maligno y al final la definición, sin embargo, y esto está atestiguado por todo el NT, la iglesia no es solo trigo, igual tiene componentes de cizaña, y entre los que no son iglesia propiamente tal no todo es cizaña, igual hay algo de trigo. Por tanto con esta parábola no podemos ser tan categóricos y poder darnos el lujo de absolutizar en dos bandos a la sociedad entera, además necesitamos saber que todos los hombres son objetos del amor del Padre y el acto redentor del Hijo es para alcanzar a todos los que vienen a Él.( p.Manuel HC)

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